El miércoles 8 de octubre ya está marcado a fuego en los recuerdos de Guadalupe del Pilar Guerrero. Abogada e integrante de la Red Argentina de Adopción, junto con Natalia Florido –presidenta del organismo–, ese día mantuvo una entrevista con Francisco, para tratar dos temas bien sensibles a la agenda papal: la adopción y el comercio de niños.
Florido además le entregó a Su Santidad el libro Alumbrando en la oscuridad, donde cuenta su historia como hija adoptiva que buscó y encontró a su familia biológica, y donde la misma Guerrero, a la que nada de lo que tenga que ver con los derechos de la infancia le es ajeno, también participó. Esposa de Pablo Gutiérrez y madre de Clara, Ignacio y Francisco (“Hincha de San Lorenzo, igual que Bergoglio”), tras trabajar una década en el Consejo Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia, Guadalupe, que hoy también acerca su aporte a la Fundación Adoptare, cuenta la imborrable experiencia en el Vaticano.
–¿Qué temas plantearon ante Francisco acerca de la Ley de Adopción?
–Nuestras preocupaciones pasan por la burocracia que hay en el proceso y la demora de la resolución.
En lo personal, le pedí que rece por todos esos “niños invisibles”, para que pronto tengan una familia. Francisco nos escuchó a
Natalia y a mí y nos dijo que rezaría por ellos y sus papás, para que se definiera su situación, y que nosotras rezáramos por él.
–¿Qué gestos de él la sorprendieron?
–Todo sorprende. Lo que irradia su presencia es único, y la cercanía con Dios que trasmite es abrumadora. Durante los minutos compartidos no existió el entorno. Se trató de un momento absoluto de paz. Vimos en Roma que cuando Francisco llega, el público lo ovaciona y él saluda a todos. Como un pastor más, subió a dos chiquitos en el auto y hasta bendijo a 60 novias con cariño y con atención hacia cada una.
–Cuéntenos sobre actitudes del Pontífice argentino que desconocía y de las que pudo enterarse.
–Por ejemplo, suspendió la venta de los pergaminos con las bendiciones papales que se comercializaban por 50 euros en diferentes tiendas, porque sólo le llegaban tres euros al limosnero para repartir con los pobres. Hoy se solicitan por la web, y el 100 por ciento de lo recaudado va directo a las personas que lo necesitan. Además, expulsó y destituyó a los sacerdotes condenados por pedofilia, tal cual lo había adelantado. Durante el reciente Sínodo, dijo: “Cristo quiso que su Iglesia fuese una casa abierta a la acogida, sin excluir a ninguno”.
¡Y él lo hace día a día!
–¿Qué causas densas tratadas por el Papa le llamaron la atención?
–Se plegó a la campaña “Me gusta el mate sin trabajo infantil”. Atendió a las madres de la tragedia de Once. Estuvo con los representantes de los cartoneros y recicladores. Recibió a Meriam, una cristiana de Sudán condenada por apostasía. Muchas, muchas…
–De todos los buenos recuerdos vividos, ¿alguno la impresionó en particular?
–El día previo tuvimos una reunión con Héctor Lorenzo, un argentino que trabaja y colabora en el Vaticano. Nos contó que Francisco ya estaba preparando su retiro en la casa de los jesuitas, y que lo primero que pidió fue que en su habitación no hubiese aire acondicionado. Esos gestos de austeridad conmueven.
A la mañana siguiente, durante la audiencia, le entregué varias cartas. Entre ellas, dos muy importantes para mí: una de mi madre Nené (María Angélica), que es devota suya, y otra de una amiga, Paola, que terminaba de completar una serie de sesiones de quimioterapia para tratar un cáncer de útero. El 22 de octubre, mientras celebrábamos su cumpleaños y yo le entregaba un rosario bendecido que nos obsequiara Francisco, llegó el cartero con su contestación. No lo podíamos creer: las dos lloramos de emoción. El mismo día, mi mamá también recibió la respuesta de Su Santidad.